CRONICA DE UN PARTIDO DESIGUAL QUE ESTUVO A PUNTO DE ACABAR EN SORPRESA

Como cronista especializado en temas deportivos llevo años denunciando los males de la profesionalización. El deporte debiera ser, como preconizaba el Barón Pierre de Coubertin, un esfuerzo por obtener la gloria, alejado de todo ánimo de lucro y siempre, siempre, “amateur”. Lamentablemente no es así. La profesionalización ha hecho del deporte en general y del pádel, en particular, un espectáculo más propio del circo que del honor: saques entrecortados, pelotas buscando el límite del cristal, golpes marrulleros y escenificaciones encaminadas a disminuir la moral del adversario. Nada que sea digno de ensalzamiento. Ayer tuvimos ocasión de ver una vez más lo que separa al deporte profesional del auténtico sentimiento olímpico. Dos avezados y reputados profesionales, los señores Vidal y Nasarre, habían desafiado a dos “amateurs”, los señores Carretero y Sánchez, con la clara intención de apabullarles, a un partido de pádel a disputar en un ÚNICO SET. El precalentamiento, demasiado largo para nuestro gusto, fue una lección de prepotencia. Una sucesión de golpes esquinados, obtenidos tras años de práctica con entrenadores bien pagados, se alternaban con pelotas al límite del reglamento. Sin duda con ánimo de impresionar a jovencitas ahítas de emociones fuertes los dos profesionales del deporte prolongaron el precalentamiento todo cuanto pudieron exigiendo incluso el cambio de campo, como si de un partido se tratase. De destacar la serenidad y buen quehacer de los dos amateurs que, como caballeros a la antigua usanza, no entraron en ninguna de las provocaciones de las que fueron objeto. Es, no obstante, lamentable, que el señor Nasarre se dedicase a hacer un “conteo” de resultados en esa fase de preparación del partido y, peor aún, que lo hiciera en un tono de voz excesivamente alto. Empezó el partido, pues, a una hora desacostumbrada y saltó la sorpresa. Lo que se esperaba un paseo militar se convirtió en una pesadilla para los profesionales del deporte que pasaron por un auténtico calvario. Con golpes medidos, los señores Carretero y Sánchez dieron una auténtica lección de pundonor y esfuerzo. Ciertamente perdieron, porque no podían ganar, pero al modo de aquellos espartanos inmortales pueden decirle al mundo que su derrota, ajustadísima, forma ya parte de las leyendas deportivas. Con un 5 a 4 en el marcador asistimos a situaciones que explican por qué los nobles apostamos por el deporte amateur. Absolutamente sorprendidos, los señores Vidal y Carretero hicieron uso de las peores artes del profesionalismo. Discutiendo todas las decisiones arbitrales forzaron que los tres árbitros decantasen pelotas dudosas a su favor. Con un 30 a 30 en el marcador y pese a que la pelota claramente golpeó la pista antes de chocar con el cristal consiguieron que se anulase un tanto que podría haber cambiado el signo del partido. Con su proverbial gallardía y buen hacer ni el señor Carretero ni el señor Sánchez discutieron decisión arbitral alguna y asumieron la derrota con ese espíritu señorial que antes caracterizaba a todo español de pro. Ganaron los profesionales, ciertamente. Pero lo hicieron por un ajustadísimo 6 a 4. Y quedó, rondando en la noche, la duda de que hubiera pasado si el partido de hubiera decidido a los 3 sets reglamentarios. Con la excusa de que tenían que asistir a otros eventos los señores Vidal y Nasarre no quisieron prolongar el partido ni siquiera un segundo set. Una vaga promesa de que accederían a una revancha (sin querer concretar día y hora) fue todo lo que pudieron obtener nuestros jóvenes deportistas amateurs. Si el Barón de Courbetin hubiera estado allí, ayer por la noche, habría abrazado a los señores Carretero y Sánchez tras felicitarles. A los señores Vidal y Nasarre les habría dicho que “ganaron pero no convencieron” como D. Miguel de Unamuno dijera en otra situación ejemplar.Así fueron las cosas y, con la objetividad que siempre caracterizan estas crónicas, así las he contado. Vengan ahora cronistas a sueldo del deporte profesional para tratar de encenagar las limpias aguas de la verdad y pretender que el partido de ayer fue algo distinto a lo que aquí se narra.